A veces me pregunto...

4 de julio, 2016.

Volví a hacerlo. Volví a dejar de escribir para no sentirlo, para no sentir todo ese dolor que me aplasta y que me destruye lentamente.Para no dejar huella de todo lo que me ocurre… para no recordarlo.

Sé que esto parece un círculo vicioso en el que escribo por unos meses, luego sangro silenciosamente y después desaparezco más tiempo del que debería para que, finalmente, regrese a mi refugio más querido: la pluma y el papel.

Sé que tengo que dejar de creer que si no lo escribo no es real, porque en realidad es más real de lo que quisiera que fuera. Y entonces el problema radica en que no puedo “sufrirlo”, porque me digo una y otra vez que no es real, que no existe.

Pero duele. Duele mucho más que las cosas que digo en voz alta; mucho más que todo eso que digo que me duele y que no duele lo suficiente como para hacer algo al respecto.

Duele porque no tengo con quien desahogar mi pena; porque a veces las cosas que no son “reales” o que no “ocurren”, son las cosas que más tiempo se quedan en el alma; son los sentires que más cuestan aceptarse. Son las emociones que me mantienen despierta a las dos de la mañana y que quisiera compartir con alguien. Alguien que lo entienda, que no crea que estoy demente, o que aunque lo crea se quede a mi lado.  Y entonces me encuentro con otro problema; porque no quiero que “un alguien” me escuché y me entienda. Solamente quiero que tú lo hagas.

Pero tú ya no estás, y sé desde hace más de seis meses que no vas a volver. Y también sé que fuiste tú la razón por la que dejé de escribir. Porque no quería sentir que tú ya no estabas, porque me negaba a creer que te habías ido; porque tenía la maldita idea en mi cabeza de que tu regresarías…porque si escribía, tenía que hacerlo de ti, de mí, de nosotros.

Aunque tal vez nunca hubo un nosotros.

Aunque tal vez el escribirlo lo hubiera hecho más sencillo.

Y es que hasta hoy me di cuenta que durante los últimos meses-antes de tu partida- tú ya estabas ausente incluso estando a mi lado. Y lo peor de todo es que esa ausencia no es la que me duele más.

Me duele el no haberlo notado.

El no haber podido hacer nada.

El sentirme débil e inútil por no darme cuenta de que me estaba convirtiendo en una persona completamente dependiente de ti.

Duele el que yo sea la que extrañe todo y que a ti ya no te importe.

Duele tu ausencia.

A veces me pregunto si alguna vez te importé de verdad, si alguna vez- después de que te fuiste- aunque sea solo un momento me extrañaste. Si quisiste buscarme, si alguien te hizo recordarme, si hay o hubo algo que te hizo evocarme. Si mi recuerdo tardó en esfumarse aunque sea la mitad del tiempo que me está costando que se esfume el tuyo…

A veces me pregunto cómo y en dónde estás. También me pregunto el con quién y el por qué… pero intento evitar el responder mis preguntas porque no soportaría que hubiera un “con quién”, y  es muy probable que el “por qué” me destrozaría.

A veces me pregunto por qué, a pesar de todo este tiempo sin ti, te sigo queriendo tanto.

-R. Lizbeth.

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