Y
entonces entró a la escuela con ganas de no verlo, lo deseaba infinitamente,
quería evitarlo a toda costa. Siguió su camino y al no verlo se sintió
aliviada; llegó al lugar donde lo suele ver cada lunes, echó un vistazo
rápido y discreto a su alrededor y se detuvo un momento contenta de no
verlo en su inspección apresurada. Justo se disponía a avanzar cuando unos pies
se interpusieron en su camino haciendo que tropezara y casi se cayera encima
del dueño de esos pies.
-Disculpa,
¿estás bien?- dijo aquella voz extrañamente familiar para ella – No me fije que
estabas pasando- continuo diciendo, pero ella no podía prestarle demasiada
atención pues sabía perfectamente que el dueño de esa voz era justamente la
persona que había estado tratando de evitar.
-Sí,
está bien- dijo sin siquiera mirarlo de frente e intento mantener la compostura
antes de correr o llorar- no te preocupes- No sabía exactamente por qué, pero
tenía unas inmensas ganas de llorar y su voz se le corto en esa última frase
por lo que continuo su camino sin escuchar lo que él le respondía.
Subió
las escaleras del edificio “c” para dirigirse a su salón y en el camino su
cerebro repetía aquel pequeño incidente una y otra vez; cada vez más lento, más
preciso, como si recordarlo le hiciera más bien que mal. Antes de que pudiera
pensarlo empezó a sonreír pues secretamente anhelaba que sucediera algo
así, pero después se sintió patética por sonreír por algo tan estúpido y no
quería aceptar que eso le había alegrado y destruido su día y su semana. Había
conversado con él, pero él no estaba sólo, estaba con ella; su novia.
-Rosa Lizbeth. (Jaslice Cullen)
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