Esa noche...


Quería besarte esa noche, pero no lo hice.
No me atreví.
Mis instintos me decían que lo hiciera, que era el momento adecuado, que tú también lo querías. 
Pero no fue así.  

Después de tantos años aún no comprendo completamente este juego previo en el que dos personas se sonríen, se miran a los ojos, buscan un pretexto para obtener contacto con la piel del otro, hablan de cualquier cosa, no importa qué; se demuestran entre ellos que pueden hacer todo con tal de impresionarse; crean su propia atmósfera para que nadie los moleste. Que nadie los interrumpa.
Coquetear, le dicen. 

Ahora no estoy tan segura que estuvieras haciéndolo. 
Ahora creo que sólo estabas siendo amable. 
O tal vez no estabas preparado. Tal vez sólo querías pasar un buen rato en compañía de alguien sin llegar a algo más. Sólo platicar, hablar sobre la fiesta, fingir que sabías lo que estabas haciendo: destapar dos cervezas con la boca y sentirte el mejor por ser la primera vez que lo intentabas. 

A lo mejor los dos ya estábamos tomados. 
A lo mejor no debimos tomar otra cerveza más.
A lo mejor todo lo imaginé yo. O no.

Es muy probable que mi mente esté jugando conmigo y mis recuerdos sobre ti y esa noche. 
Tal vez sólo soy yo inventando momentos contigo porque sé que es todo lo que obtendré de ti.
Y entonces, ¿por qué mi cabeza tiene tan grabada tu súplica para que me quedara esa noche? ¿Por qué permitiste que nuestros cuerpos estuvieran tan cerca uno del otro si no querías nada conmigo? ¿Por qué entendí que había señales de un sí donde no había nada? ¿Por qué no me besaste?

Quería besarte esa noche, pero no lo hice.
No me atreví.
Mis instintos me decían que lo hiciera, que era el momento adecuado, que tú también lo querías. 
Pero no fue así.
Lo sé porque tú tampoco me besaste, dejaste que me fuera y nunca dudaste en detenerme. 

Quería besarte esa noche, y tal vez la mejor decisión que tomamos los dos fue no hacerlo.

-R. Lizbeth.

Comentarios